La expedición libertadora

490 pañol que saliese con una fragata de cuarenta y cuatro, porque es contra ordenanza, y se acabó para los españoles aquellos actos heroicos que aprendieron de Don Pelayo. Pero tal vez algún evento podría impedir la realización del proyecto, y en este caso, preciso es poner las miras para desem· barcar en las inmediaciones de Arequipa; no en el puerto de Arica, sino en otros que, aunque más pequeños, están al norte de aquél y no tienen defensa alguna y son seguros. Desgraciadamente, no tengo un plano ni puedo recordar los nombres. La provincia de Arequipa es patriota y tiene mucha gente; tomada ella, el Cuzco es una consecuencia precisa, y aunque no tan pronto como con el desembarco sobre el mismo Lima, caería ésta de necesidad, y con el auxilio que lograría usted de la provinéia de Huamanga y de todos los alrededores de aquel foco, de donde ya me han enviado algunos recados, a la vez se encontraría usted con todo allanado con muy poca o tal vez ninguna pérdida. Lo que es de necesidad pensar es en llevar bastantes víveres, porque la costa es muy pobre de ellos, y mucho más dado el número de tropas propuesto. Los enemigos están al cabo del pensamiento, bien que no les !la ocurrido que el desembarco sea sobre la misma Lima, ní tam· poco en los puertos que he indicado a usted; sus miras están sobre Arica, y han procurado aumentar allí sus fuerzas. El país :io es suyo, ni creo lo será jamás, porque tienen la habilidad de hacerse aborrecer; y debe ser así, pues para mantener lo que dominan han de valerse de la fuerza, y ésta nunca d6ja de ser pesada, aun siendo amiga. Por lo que hace a mí, estoy con el empeño de ponerme en es· tado de movilidad para cooperar a los movimientos de usted, pero son tántas las dificultades y tántos los obstáculos, así físicos como morales, que dudo poder llevar a su asistencia mis ideas. El orden está paliado en estas tres provincias: Córdoba, Tucumán y Salta. Soit dit entre nous: el egoísmo de rancho, de casa, de ciudad, de jurisdicción a lo más, está en su vigor, y para curar esta enfermedad se necesitan los auxilios pecuniarios de que ca· rezco. La fuerza del ejército, como usted verá en el estado que le acompaño, en mucha parte es de prisioneros y pasados; a unos y otros he de echarlos fuera cuando haya de ponerme en mar· cha, porque no quiero otro chasco con esa canalla. Reclutas no aparecen, ni sé de dónde sacarlos; en mis cálculos sólo entra el poder contar con dos mil hombres buenos, y como pudiese montarlos, me daría por satisfecho. Pero usted se hará cargo .de cuán difícil es esto dondo no hay espíritu público, donde no hay

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