La expedición libertadora

491 dinero, y donde los anarquistas han conseguido cimentar la idea de que no hay necesidad de ejército para destruir a los enemigos. Esté usted cierto de que con mayor facilidad hará su navegación, desembarco y toma de la misma Lima, que yo mi marcha hasta Yavi. Pero ni conociendo todo ésto decaigo en mi empeño, y algo haremos para llamar la atención de los que están a nues· tro frente. Irán los cien ejemplares del diario, regalados por mí a usted, a fin de que no les cueste a los oficiales. ¡Ojalá que sea útil y puedan aprovechar esos caballeros, según mis deseos! Para es– timular a los de aquí, he establecido que vengan por días a mi casa los cuerpos, a emplear un par de horas en conversación. Mucho nos falta, mi hermano amado, para tener buenos oficiales instruidos en cuanto deben saber, y sobre todo, revestidos del punto de honra en el grado que exige esta carrera de relum– brón. En fin, hacemos lo que podemos con nuestro Cruz para mejorar esta poca fuerza que está a nuestro cuidado, a fin de que pueda imitar a la de usted, que está cubierta de gloria y que promete coronarse con mayores laureles. Queda pagado don Bcrnabé Aráoz de ciento veinte pesos en– tregados a la madre del Mayor Alvarez; el Coronel Pinto tomó a su cargo el pago. Agradezco las expresiones de Tomás Guido, y se ofrecen a usted Cruz, Pinto y Morón con la mayor cordialidad. Había escrito hasta aquí el 23, para ir anticipando el trabajo, y suspendí igualmente por si venía algo del interior que mere· ciese comunicarse; nunca he recibido, en efecto, más correspon– <lencia de todos aquellos puntos. Porque, ¿qué le parece a usted a que se reducirá? A guerras de unos contra otros; a la pintura ele la anarquía y a clamores de los buenos, para que cuanto antes suba el ejército; no sólo por éso, si también porque los ene– migos tienen fuerzas superiores, y van subyugándolo todo; de modo que acostumbrarán a su yugo a aquellas pusilánimes gen– tes. El número en que gradúa los enemigos, uno de los juiciosos que me escribe es de más de siete mil hombres, y podrán tener los que quieran, pues ahora, con un cabo y seis hombres, tienen bastante para traer trescientos o cuatrocientos reclutas, cuando yo, con todo el ejército, no lograría tal vez treinta. Esto hace llevar mi idea a que, si no es posible verificar la expedición de usted por mar, preciso es resolverse a reforzar este ejéricto con el de usted o con gente de ese país que, hallán– dose a tanta distancia, no se desertaría; siendo, además, tan

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