La Marina, 1780-1822

102 CAP. DE NAVIO JULIO J. ELIAS orden de que ninguno saltase a bordo sin orden (fol. 82) del con– fesante ni menos permitir pasase gente del Paylebot a dichas lan– chas. Que efectuado así, el confesante tomó de la mano a pre– sencia de todos al Contramaestre Victoriano Cárcamo y le pre– guntó por los prisioneros, a que fué contestado se hallaban en la Cámara baxo de todas seguridades, y mandando el confesante encender luz para r econocerlos en el supuesto de no haber car– gamento, como lo asentaron todos en la Bodega, pasó el confe– sante a la expresada Cámara entrando en ella con su correspon– diente luz, que llevaba, según entiende, el contramaestr e Victoria– no Cárcamo, acompañándole para esta operación el Subdelegado de Marina don Manuel Otoya, don Vicente Castañeda, don Manuel Reyes Oficial Mayor, y r econociendo en la Cámara halló los pri– sioneros a don José Enríquez de Guzmán, Super Intendente de la Casa de Moneda de Santa Fé, don Cipriano Mendez, Oficial del Tribunal de Cuentas de Santa Fé, don J. Cortines Teniente Coro– nel don Juan de la Cruz, don Manuel Quesada Teniente de Fraga– ta de la Marina Española, don Gregorio Fernández y don Plácido Zamora, pasajeros. Que como estos prisioneros, según le repre– sentaron al confesante, estaban algunos heridos y sin curación la menor, el confesante mandó se vistiesen para traerlos a tierra y prestarles los auxilios posibles. Que en este tiempo don José Enriquez de Guzmán a presencia de todos le manifestó al confe– san te una taleguilla como de doscientos pesos diciendo era lo único que en clase de limosnas había recogido en Lima, a que le contestó el confesante que poco o nada le interesaba saberlo, y que lo que convenía (fol. 82v) era que aquel dinero, poco o mucho, se guardase en su arca hasta el inter daba parte a la Comandancia, quien haría en el particular lo conveniente. Que esto mismo dixo a los demás y verificado que fué así todo a presencia de los señores que le acompañaron exigió de cada uno de los pasajeros las llaves y dejando los equipajes cerrados y bien acondicionados en la Cámara salieron los prisioneros con solo sus camas para saltar a tierra, dejando ya el confesante en el momento las llaves depositadas en poder del subdelegado de Ma– rina don Manuel Otoya, y prevenido éste que al confesante ni a persona viviente se le entregasen mientras lo determinase el se– ñor Comandante Militar del Partido, a quien se le pasaba el parte, y dejando la Cámara con llave, que el confesante se echó en la faltriquera, embarcados ya los prisioneros en las lanchas, mandó subir el auxilio que llevaba armado para custodia y mejores se– guridades del buque, encargados, ya se vé, no se permitiese el

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