La Marina, 1780-1822

LA l\1ARINA 311 e! abandono en que dejó allí al Coronel Miller, que habría sido sacrificado a no presentarse por acaso buques neutrales en que escapar de las superiores fuerzas enemigas, y con la ruina o fuga de varios patriotas distinguidos, cuyos servicios eran muy impor– tantes; Jos saqueos que hizo en la costa y sus actos de piratería en alta mar con tanto descrédito de la causa, y tantos compromi sos con las naciones extranjeras; su escandaloso abuso de sus facultades, usurpación de autoridad y total menosprecio de la~ órdenes del Gobierno de Chile; el robo escandaloso de las medici· nas del ejército y la violación de la fé pública, abriendo la corres pondencia de la fragata Lucero; los actos de deposición arbitra· ria; la desorganización de la Escuadra debido enteramerrte a sus instigaciones y el empeño que tomó en dejar sólo en ella oficiales de su facción; y por último, los males que ha causado inspirando aliento a los enemigos en la desunión y desconfianza a los patrio– tas y a los t ímidos de Lima tan recientemente convertida a la liber– tad. Hemos manifestado a U.S. con la veracidad debida cuál ha sido la conducta de Lord Cochrane, y suplicamos a U.S. que se sirva ponerlo todo en la consideración de S.E. el Sr. Director del Estado, para que en vista de ella se digne tomar alguna determi– nación que repare la dignidad, el honor y los intereses del Gobier– no del Perú altamente hollados por Lord Cochrane. Al hacer esta reclamación, al solicitar a nombre del Gobierno del Perú una satisfacción de los agravios que con tanta publicidad le ha inferido el Vice-Almirante de la Escuadra de Chile, no pedi– mos nada que no sea conforme a las leyes que rigen a las socie– dades en su mutua conducta. Toda nación, todo Estado soberano e independiente, dice Vattel, merece consideración y respeto. y ciertamente está confiado el Supremo Gobierno del Perú de que luego que S.E. el Director del Estado estuviese informado del por– menor de lo ocurrido con Lord Cochrane, no sólo no aprobaria con su silencio la conducta de éste, sino que haría imprimir el sello d<! su indignación con la energía y eficacia que demandan la magni– tud del impulso, la buena armonía que reina entre ambos Gobier– nos, y los intereses de uno y otro. Confiamos en que el Excmo. Sr. Protector no verá frustradas sus esperanzas cuando le trasmitamos la contestación de U.S., y tenemos la honra entre tanto de asegu– rar a U.S. que somos sus mas atentos servidores.- Juan García del Río.- Diego Paroissien.- Sr. D. Joaquín de Chavarría Minis · tro de Estado y Relaciones Exteriores del Estado de Chile.

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