Fénix 17, 63-91

LA ORIENTACION DE LA LECTURA 89 portamiento del lector frente a una obra sería el de tomar el contenido de és– ta como absolutamente real. La simpatía que despierta lo bello es una magia irre– sistible a veces, ante la cual impensadamente, se abren el espíritu y la razón al mismo tiempo. Ningún éxtasis ha de ser tan intenso que haga olvidar la consi– deración fundamental de que la verdad total -si fuera concebible- es harto compleja para captarla repentinamente. Además, puede ocurrir que se acepte com– pletamente y se crea en lo leído por la analogía que guarda la organización sí– quica del autor con la propia. En verdad, un libro auténtico lo máximo que puede portar es la imagen condicionada de una realidad personal. Todo libro, por ma– ravilloso que parezca, es sólo la verdad de un hombre, y el entusiasmo que pro– duce no debe ofuscar hasta hacer perder la noción de la complejidad del universo. La lectura es tal vez la actividad que proporciona el género más precioso de cono– cimiento, pues permite percibir una imagen integral del hombre, con todos sus contrastes e inverosimilitudes, y a través de él, una visión del infinito. Pero re– cuérdese que sólo lo hace a través de una ventana y que en cada ser hay otra que, con las contraventanas entreabiertas, espera recibir directamente la luz. Scho– penhauer (86) dice que los pensamientos escritos deben ser como las huelas de un caminante en la arena: hay que seguirlas, pero mirando con los propios ojos el panorama alrededor. El mensaje de un libro, luego de ser comprendido, llama a la crítica. Esta es un proceso que naturalmente aparece en el cerebro. Al sentir y comprender un lector la obra, tiende luego automáticamente a apropiarse del contenido. Pero, al hacerlo, inevitablemente surge la confrontación con las ideas o vivencias perso– nales. La crítica es algo así como un cernidor sobre el que se agitan los nuevos contenidos al lado de los propios. Después de ella, aunque no haya innovaciones en los contenidos, hay siempre un ligero cambio en la conformación espiritual. Por esto se dice, con alguna exageración, que no hay libro malo o que no dé nada. Para el buen lector, no hay lectura que no produzca una vibración y reajuste es– pirituales. Así. cualquier libro le ofrece la coyuntura de un avatar. La lectura activa se puede considerar como una conversación con los autores de todos los tiempos sobre los problemas que han rodeado siempre la vida del hombre. Sobre estos grandes problemas, se puede encontrar diversas ideas, que al confrontarlas entre sí aparecen como contradictorias. Sin embargo, todas ellas al ser conocidas probablemente han sido sentidas, comprendidas y aun vi– vidas con parecida intensidad. Todas son bellas o sublimes. Se diría que son productos de estados de ánimo diferentes, en diferentes momentos y ante dife– rentes estímulos. Al pretender hacerlas coincidir mediante el intelecto y fracasar, se impone atisbar un instante por encima de él y de todo lo accesorio y reconocer solamente en ellas la suprema identidad de la naturaleza humana. Pero si se quie– re profundizar más en ellas, para captar plenamente las sustancias intemporales de sus verdades, hay también recursos. Faguet (87) recomienda leer antes de deter– minada obra, una historia literaria que haga referencia a ella y a su autor, ubi– cándolos. Luego de leer aquélla, se puede recurrir nuevamente a ésta, para comprender el ambiente social en que sc gestó, y a un estudio sobre el autor para conocer su personalidad. Y finalmente, se acudirá a la crítica, para, con su aporte --los nuevos enfoques e ideas que sugiere- releer y repensar la obra. Esto es lo ideal, en el caso de querer profundizar. Parece complicado, pero cuando se presenta el deseo --cuando un autor u obra conmueven- resulta poco para sa– tisfacerlo. 86. Schopenhauer, Op. cit. 87 . Faguet, Op, cit. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.17, 1967

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