Primer Congreso Constituyente

ACTAS DE LAS SESIONES PUBLICAS MENSAJE DEL LIBERTADOR AL SOBERANO CONGRESO CONSTITUYENTE DEL PERU "Señores: 147 "Los representantes del pueblo peruano se reunen hoy bajo los aus– picios de la espléndida victoria de Ayacucho, que ha fijado para siempre los destinos del nuevo Mundo. "Hace un año que el Congreso decretó la autoridad dictatorial, con la mira de salvar la República que, fallecía oprimida con el pe– so de las más espantosas calamidades. Pero la mano bienhechora del ejército libertador ha curado las heridas que llevaba en su corazón la Patria, ha roto las cadenas que había remachado Pizarro a los hi– jos de Manco-Capac, fundador del imperio del Sol, y ha puesto a to– do el Perú bajo el sagrado regimen de sus primitivos derechos. "Mi administración no puede llamarse, propiamente, sino una cam– paña: apenas hemos tenido el tiempo necesario para armarnos y com– batir, no dejandonos el tropel de los desastres, otro arbitrio que el de defendernos: Como el ejercito ha triunfado con tanta gloria de las armas peruanas, me creo obligado a suplicar al Congreso que, recom– pense debidamente al valor y la virtud de los defensores de la patria. "Los tribunales se han establecido segun la ley fundamental. Yo he mandado buscar el mérito oculto para colocarlo en el tribunal: he solicitado con esmero á los que profesaban modestamente el culto de la conciencia, la religión de las leyes. "Las rentas nacionales no existían: el fraude corrompía todos sus canales, el desorden aumentaba la miseria del Estado. Me he creído forzado a dictar reformas esenciales y ordenanzas severas, para que la República pudiese llevar adelante su existencia; ya que la vida so– cial no se alimenta sin que el oro corra por sus venas. "La crisis de la República me convidaba á una preciosa reforma, que el curso de los siglos quizá no volverá á ofrecer. El edificio po– lítico había sido destruído por el crimen y la guerra: yo me encon– traba sobre un campo de desolación; más con la ventaja de poder construír en él un gobierno benéfico. A pesar de mi ardiente celo por el bien del Perú, no puedo asegurar al Congreso que esta obra haya llegado al grado de mejora con que me lisonjeaba mi esperanza. La sabiduría del Congreso tendrá que emplear toda su eficacia para dar a su patria la organización que ella requiere y la dicha que la li– bertad promete. Seame lícito confesar, que no siendo yo peruano me ha sido mas difícil que á otro la consecución de una empresa tan ardua.

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