La expedición libertadora

90 4~ Que indemnizadas las provincias de los costos de la expe– dición y enteradas en los soldados que perezcan, quedan los chilenos sin ninguna responsabilidad ni obligación; s~ Que las tropas de las provincias volverán á sus cuarteles sin tocar el territorio de Chile, siempre que lo desocupen los agresores antes de desenvainarse la espada; 6~ Que desde el primer encuentro en que se ensangrienten las armas, las tropas de las provincias no colgarán el sable hasta que con las cenizas de los tiranos enjuguen al desgraciado Chi– le, humedecido con la sangre de tanta víctima inocente, y hasta vengar bien la última gota que derrame el menor soldado. Esta decente resolución despliega las marchas de las legiones de la libertad del sud. Ellas creen ceñirse el laurel de una vic– toria que les aseguran las circunstancias y todas las razones de la sociedad ilustrada. Si resultan sin efecto esperanzas tan fun– dadas, los guerreros de las provincias dejarán el mundo, llenos de la satisfacción encantadora de que sus procedimientos se contarán entre las rarezas decorosas del siglo XIX, y como cuan– to pudo alcanzar el entusiasmo heroico de un pueblo nacient~ de la ultrajada América Meridional. Buenos Aires, 10 de septiembre de 1816 de Cristo, 7~ de nuestra libertad. DASM.-III.-167/71

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