La expedición libertadora

147 Chile. Celebro que Soler ayude á usted: para mantenerlo en sus de– beres consérvelo usted en respeto y miedo: ninguna confianza con él y no perder de vista sus pasos. Me parece bien que haya usted puesto á Cramer al mando de uno de los batallones del número 8. Veo el estado en que usted me dice se halla Marcó, esperan– do á usted por el sud, dividiendo sus fuerzas, haciendo consejos de guerra diarios, y creyendo á usted con sólo 2000 hombres. Esto es un bien; pero no puedo recordar sin incomidad que por haberse opuesto el congreso, no han venido los quinientos hombres que había dispuesto del ejército de Tucumán. Con un refuerzo igual sería mayor nuestra confianza; pero los doctores en todo se han de mezclar. Ellos perderán el país, si Dios no les sugiere, ó no los confirma en la idea que están, de suspender las sesiones hasta mejor tiempo, dejando una comisión en clase de senado, cerca del poder ejecutivo. Ha llegado el reglamen to y ha sido preciso suspender su pu– blicación, porque él sólo va á arruinar el poco orden interior que hay, fomentando las causas de la rebelión y ligando al director mucho más que lo estaba por el estatuto. Ya caminaron las instrucciones que usted me pidió y me re· pite ahora. Sin embargo de lo que en ellas se previene, si usted considera conveniente poner en aquel gobierno á O'Hggins, há– galo con entera seguridad de mi aprobación, así en esto como en todo lo que usted obrare. Tengo de usted la misma confianza que de mí propio y sobre todo la presencia de las circunstancias es la única guía que debe tener un general en el caso de usted. Lo que importa sobre todo es afirmar el orden en aquel territorio, y destruir las cabezas de la inquietud. Establezca usted una vigo– rosa policía y estrújeme usted bien á los matuchos para pagar nuestras tropas, vestirlas, instruirme los reclutas é indemnizar– nos algo de los empeños en que nos ha puesto esa expedición. Antes de que Vera lo dijese, ya sabía yo que el de Córdoba es inepto para su destino. Es fanático sin igual, terco y capri· choso como ignorante, vano y presuntuoso, desacreditado en su provincia, ambicioso, irrascible, vengativo, y por añadidura enemi– go de los porteños. Yo bien sé que mientras no se ponga en su lugar un hombre de nuestra confianza, nada se hará de bueno; pero (vuelvo á mis pasteles) los doctores quieren que el director no elija los jefes de provincia y pueblos, sino de los individuos que propongan los respectivos cabildos. ¿Se puede esto tolerar? Si usted sale bien de Chile, he resuelto volverme loco, y entonces

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