La expedición libertadora

163 Vaya otra: póngase en el momento un cuño: esta es obra de dos meses; prohíbase bajo la pena de confiscación de bienes, ni aun el uso de una cuchara de plata: el dinero aparecerá. Vaya otra: Todo empleado püblico quede á mitad de sueldo y los militares no empleados lo mismo; los que están en los ejércitos á dos tercios, el soldado á cuatro pesos, cinco el cabo– rambor, pito y trompeta y ocho el sargento; esto lo ha hecho, la provincia de Cuyo y seguimos perfectamente con estas providen· cias. Todo sobra con una regular economísi. Cruz me acaba de decir que el correo marcha y no puede de– morarse más; por lo tanto, diré a usted en extracto mi pa· recer, sin fundar los motivos. El Perú no puede ser tomado sin verificarlo antes con Chile; este país está enteramente conquis– tado á fines de abril del año entrante con cuatro mil ó cuatro mil seiscientos hombres: estas tropas en seguida deben embar– carse y en ocho días desembarcar en Arequipa. Esta provincia pondrá para fines de agosto dos mil seiscientos; si el resto se facilita, yo respondo á la nación del buen éxito de la empresa: todo está pronto, menos la gente y artillería necesaria; quiero decir, el déficit de dos mil seiscientos hasta cuatro mil. Otra reflexión: esta fuerza que usted debe emplear en la re– conquista de Chile, deja usted de mantenerla en el momento de entrar en aquel territorio; y remitir á esta parte los brazos que tiene sobrantes, y de que tanto carecemos. En conclusión: ínte– rin el ejército que debe conquistar á Chile obra, el del Peru se organiza para que, tomando aquel reino, ambos puedan obrar con decisión sobre Lima. Dispense usted lo desarreglado de estos pareceres, sujetos al error como un triste mortal, pero dictados por mi buena in· tención. Es absolutamente imposible el que pueda encargarme del mando de ese ejército, como usted me dice, no solamente por– que perdería el fruto de las relaciones que tengo establecidas smo porque ese país no prueba á mi salud decadente. No hay tiempo para más, pero si para asegurarle es su i>.migo muy de veras su José de Sn. Martín. P. D.-Nada me dice usted de los amigos Laprida, Maza y Oro.

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