La expedición libertadora

230 la vasta extensión de aquel país, se haría sobre manera difícil arre– batarles el fruto de su conquista, principalmente respecto de estas últimas, cuyo único surgidero de San Carlos es inaccesible en la mayor parte del año, y con ellas nos privábamos de un semillero de buenos soldados: sin un punto en que guarecerse los buques después de una larga y fatigosa navegación, se paralizaría el comercio con la metró– li, nuestras fuerzas marítimas no podrían verificar sus cruceros; y abiertas en tal caso aquellas inmensas costas a la comunicación franca con los extranjeros y libre la navegación desde el Río de la Plata, el tráfico de éstos vigorizaría su~ recursos, y el Pacífico desde el Cabo de Hornos al Itsmo de Panamá se infestaría de contraban– distas y piratas. El genio activo y naturalmente emprendedor de los Porteños, no pararía hasta armar en los puertos de Chile una expe– dición, que en muy pocos días podría invadir cualquiera de los de la dilatada e indefensa línea de Arequipa, y propagando la infidelidad en los dispuestos ánimos de la mayor parte de los habitantes de las Provincias interiores, las levantarían en masa y atacarían por la es– palda al Ejército real del Perú, al mismo tiempo que el de ellos si– tuado en el Tucumán lo verificaría por el frente; con cuya combina– ción, muy practicable bajo todos aspectos, sería también muy aven– turada la suerte de esta América Meridional. Son bien sabidas ias re– laciones comerciales de Chile con el Perú y la estrecha correspon– da, que tienen ambos por su cercanía en la satisfacción recíproca de sus urgencias: Lima se surte de aquél en los abastos de primera necesidad, como son el trigo con que se alimenta el público y los sebos de que se sirven en gran cantidad sus habitantes, hacendados y mineros; y en cambio se exportan para él abundantes cargamentos de azúcar, que es el principal fruto de sus heredades; este tráfico mutuo y en que circulan con ventaja ingentes capitales, rinde al Erario de aprovechamientos medio millón de pesos al año; y así es, que desde que Chile cayó en poder de los disidentes, la población gime por la carestía del pan, la clase infeliz y trabajadora no tiene con que alumbrarse en sus labores, los hacendados se consumen inútilmente en la manutención de sus Estancias y tienen estancadas en las bodegas las producciones de sus fincas: el real haber ha ex– perimentado un déficit insubsanable en las entradas, y al fin todas las clases por conveniencia propia y por interés común claman por que se restituya aquel r eino a la obediencia legítima. Estas observa– ciones insinuadas ligeramente, pero susceptibles de difusos análisis, me han recordado el deber que imponen las leyes a los Gobernado– res de América, cuando un territorio se substrae de la dominación de nuestros augustos soberanos, y han sido también las que desde

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx