La expedición libertadora

257 y al fin no hubo más recurso que ceder. Nuestra derecha no había sido incomodada suficientemente, y el coronel Las Heras tuvo la gloria de conducir y retirar en buen orden los cuerpos de infantería y artillería que la componían. Este era el solo apoyo que nos que– daba a mi llegada a Chimbarongo. Entonces tomé todas las medidas posibles para practicar la reunión especia'lmente sobre la angostura de Regulemu. El cuartel general se situó en San Fernando. Aquí per– manecí dos días: y aseguro a V. E. que nuestra posición era la más embarazosa. Todo el bagage y todo el material del ejército lo había– mos perdido. Desprovistos de todo, de todo necesitabamos para po– der hacer frente a un enemigo superior, y engreido con la victoria. En este caso no hallé otro partido que tomar, que el de replegarme rápidamente sobre Santiago, poner todos los resortes en movimien– to, y procurarme cuantos auxilios estaban a mis alcances para sal– var el país. Es increible, señor Exmo., si se asegura que en el térmi– mino de tres días el ejército se reorganizó en el campo de instruc– ción distante una legua de esta ciudad. El espíritu se reanimó: y a los trece días de Ja derrota con una retirada de ochenta leguas, es– tuvimos ya en el caso de poder volver a encontrar al enemigo. El interés, la energía y firmeza con que los jefes y oficales todos del ejército cooperaron al restablecimiento del orden y disciplina, les hará una honor eterno. Verdad es que nuestras fuerzas eran ya muy inferiores a las suyas: muchos de nuestros cuerpos estaban en es– queleto; y teniamos batallones que no formaban doscientos hom– bres. Entre tanto el enemigo se avanzaba con rapidez y el 1~ del corriente tuve avisos positivos de haber pasado todo el grueso el Maypu por 'Jos vados de Lonquen, y que marchaba en dirección de las gargantas de la Calera. La posición del campamento no era segura ni militar. El 2 marchamos a acampar sobre las acequias de Espejo: este día, el 3 y el 4 hubo fuertes tiroteos entre las guerrillas; y el ejército pasó todas estas noches sobre las armas. El enemigo se nos acercó al fin el 5: todos sus movimientos parecían dirigidos a doblar en distancia nuestra derecha, amenazar la capital, poder cor– tarnos las comunicaciones de Aconcagua, y asegurar 1a de Valpa– raíso. Cuando ví trataba de practicar este movimiento, creí era el instante preciso de atacarlo sobre su marcha, y ponerme a su frente por medio de un cambio de dirección sobre la de– recha. V. E. lo verá marcado en el plano número 2, y fué el pre– parativo de las operaciones posteriores. Bajo la conducta del bene– mérito Brigadier general Valcarce puse desde luego la infantería toda: la derecha mandada por el coronel Las-Heras: la izquierda por el teniente coronel Alvarado: y la reserva por el coronel D.

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