La expedición libertadora

263 columnas de ataque puestas ya en movimiento hacia el enemigo, no lo ejecutó; igualmente que el Coronel Jefe de Estado Mayor a quien se le repitió tres veces por mis ayudantes de Campo, para que se re– concentrase sobre la primera y segunda división, a fin de apoyar en reserva el franco izquierdo de esta, no lo verificó, y si solo la colum– na de Granaderos, pero ya tarde: las dos divisiones se pusieron en marcha en masa con arma al brazo y sin tirar un tiro sobre las co– lumnas enemigas hasta distancia de media cuadra de ellas; que ata– caron a la bayoneta arrollándolas completamente y tomándoles va– rias piezas de artillería, en tales términos, que un cuerpo de infante– ría enemiga que estaba a la derecha principió a gritar ¡Viva el Rey!, y a pedir pasarse. En este estado fue cuando el enemigo notando la debilidad de nuestra izquierda, la franqueó con una columna de in– fantería, cuya operación no hubiera conseguido, si los Coroneles Primo y Morgado ejecutan mis órdenes, siendo por el contrario deshechos completamente, puesto que por sus principales fuer– zas habían sido ya arrolladas. No contribuyó menos a esta desgra– cia, el no haber cargado los Lanceros y Dragones de Arequipa a las ya batidas columnas enemigas que habían puesto en huída las nues– tras, volviendo caras y poniéndose en precipitada fuga de cuyas re– sultas se dispersó el ejército de un modo que a pesar de las diligen– cias que hice personalmente para reunirlo no fue posible. En este estado se dirigió el ejército hacia la casa de Espejo y sin embargo salieron al campo por el callejón que mira al Sur, más de dos mil hombres de todas armas con dos piezas de a 4 de batalla. Entónces pregunté al Capitán de Lanceros Don Ramón Co– ba que los mandaba por no estar su Comandante, que fuerza había reunido; y me contestó, más de la que creía, y que pasaba de 100 hom– bres. En el momento le previne atacase como unos cien enemigos de Caballería que se habían corrido por nuestra derecha sobre el cami– no real, con objeto de que batidos estos, pudieran salvarse aquellos; lo que no ejecutó habiendo anticipado antes órdenes oportunas para que la caballería se formase y contuviese al enemigo que venía per– siguiendo los dispersos: lo que tampoco tuvo efecto por el abando– no total que hicieron de sus cuerpos los jefes, y mucha parte de los oficiales de caballería. En vista de esto emprendí mi retirada hacia la costa, teniendo noticias que en la referida casa de Espejo, se re– fugió en desórden parte de la infantería y algunas piezas de artille– ría al mando del Brigadier Ordóñez, cuya suerte ignoro hasta el día. Este desgraciado suceso que en lo humano era imposible preveer a vista de unas tropas que en cuantas ocasiones se presentaron al ene– migo, lo batieron y arrollaron, y que peroradas por mí en persona

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