La expedición libertadora

285 (154) Buenos Aires, 17 de Julio de 1817. Mi hermano y amigo : Algo dije a usted en el correo pasado sobre Talcahuano, y aho– ra debo agregar que por las declaraciones de los capitanes de los bergantines que fondearon anteayer en esta rada, y que remito -a usted en copia oficial verá que los españoles probablemente se diri– gen a ese reino en número de 1200 a 1500 hombres: yo los supongo en ese Pacífico en todo agosto, y que Talcahuano será el teatro de sus primeros trabajos militares. Naturalmente saldrían de Cadiz a principios de mayo, y muy probablemente ignorantes de la con– quista de Chile: habrán navegado en convoy por los mares bonan– cibles, pero luego que entren a la zona fria, seguramente se disper– sarán mucho más en la actual estación. Los que puedan montar el Cabo irán llegando en dispersión al punto de reunión, que vero– símilmente será Chiloé. Allí sabrán la tragedia y que Talcahua– no se conserva aun por el rey; sabrán sus apuros y es fácil que se dirijan en su auxilio si no traen órdenes precisas. Así opino, ami– go mío; y bueno será que para contramaniobrar competentemente a sus planes, nos pongamos en este caso. He visto con detención el plano que usted me remitió de Tal– cahuano: ciertamente es posición fuerte y mucho más para noso– tros que no podemos tomarla al paso de carga y destinando algu– nos centenares de hombres para que cieguen sus fosos. No, amigo mío, estas empresas no nos convienen porque es preciso economi– zar los pocos soldados que tenemos y guardarlos para mejores oca– siones, en el que el valor y talentos del general tengan mejor o más seguro premio, pues bien sabe usted que los godos se pintan para batirse detrás de un parapeto. No pudiendo tomar esta posición de un modo brusco, bueno será acudir al infalible aunque más lento y trabajoso. Tengo por indispensable aproximarse al enemigo con un trabajo ordenado: la calidad del terreno, la abundancia de bosques y la cantidad de trabajadores de que puede hacerse O'Higgins, convidan a la zapa volante y a establecer baterías sobre la palizada de los reductos enemigos. El del Morro se presenta el más aparente para la em– presa, pues tomado se dominaba la bahía y la población y se ba– tían por la gola las baterías 2 y 3. Si esto no fuese practicable, lo

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