La expedición libertadora

288 será contando con la división que está sobre Talcahuano. Todo impera la pronta ida de Balcarce para que ayuda a usted, y así será lut:go. En la ocurrencia de los Carrera, cuyos planes é intentos atro– ces ha recibido usted por Luzuriaga (pues de todo, me dice, remi– tió á usted noticia), se encuentra indudablemente el origen de las inquietudes y alteraciones que usted me avisa se observan entre los chilenos. Estos eran precisamente los preparativos al gran de– sorden que debía obrarse, y es preciso proceder con energía y firmeza para aniquilar esta raza de turbulentos. Al instante que yo recibí la exposición de Cárdenas que vino de Mendoza, hice cuantas diligencias se presentaron necesari<1s aquí: hay algunos presos, pero el Juan José Carrera no ha paree.ido, sin embargo de que lrigoyen lo vió hace cuatro días. El camarista Oliden está siguiendo el sumario indagatorio, co– misionado particularmente para este negocio. Como el crimen se intentaba contra las autoridades de Chile, y en él están los principa– les y mayor número de cómplices, yo creo que deberá hacerse el juicio en ésa y remitirse por consiguiente de aquí cuanto se actuó:. prevéngamelo usted con tiempo. ¡Ha visto usted qué malvados! Pero, amigo mio, no se puede desconocer que andamos de buena fortuna, pues nada se emprende que no sea feliz, y nada se intenta contra el orden que no escolle en sus primeros movimientos. Cuídese usted, amigo mío, restablezca su importante salud y no dude que hemos salvado el país, pues los bienes se aumentan progresivamente y los males se hacen conocer de sí propios, para presentarnos la ocasión favorable de extirparlos. Aquí no hay el menor temor de inquietudes; cada día se afirma más la confianza pública y se hace sistema la opinión de alejar para siempre las tur– bulencias y los genios tumultuarios. Devuelvo á usted la carta de nuestro O'Higgins; á mí también me ha escrito, casi en iguales términos: de todo infiero que á esta techa el golpe ha sido dado y ansío por saber el resultado. Me entenderé con Luzuriaga sobre los 13.000 y pico de pesos pagados por ese gobierno, pues por éste se han pagado ya los fle– tes de carretas que trajeron los chilenos. Mariquita devuelve con la expresión de su gratitud los recuer– dos que usted le envía: va engordando extraordinariamente y no me da hijos, pero es buena compañera. La de usted se restablece enteramente.

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