La expedición libertadora

290 mi curación, yo me siento ya mejor: han desaparecido casi del todo mis dolores y recobrado robustez y vigor. A esta fecha está ya Balcarce en Santiago y usted se ha desa– hogado de la suma de atenciones que lo afligía. Pues bien, compa– ñero querido: váyase usted sin dilación á su anterior ú otra casa de campo, no llevando más que la servidumbre y los amigos preci– sos para su asistencia y compañía y deje todos Jos cuidados á su retaguardia; pero no piense usted, por Jesucristo, en venir á Men– doza. No hay un amigo de usted, no hay un hombre de los que aman el orden, no hay uno de los de mi consejo privado, que no se inte– rese eficazmente en el restablecimiento de usted; pero tampoco hay uno de éstos que no haya temblado con la noticia que se vulgarizó de que usted dejaba á Chile. Mil especies ridículas se suscitaron con tal ocasión, todas malignas y que afligían á los hombres de bien. El mismo Chile y ese ejército sin la inmediación de usted es– taría expuesto; y ahora que se va afirmando el imperio del orden, es que más necesita de nuestra asistencia. Mucho me ha agradado la presencia del general Brayer en Tal– cahuano. Dentro de dos ó tres días bajaré á la ciudad y veré á Pintos, por el asunto Moldes, etc. Devolví firmado el oficio sobre la disposición del festejo para el aniversario de Chile, cuya disposición me ha parecido muy bien. Hablaré también al consejo sobre la oferta de don Marcos Bal– carce á ese Estado, y avisaré. El pensamiento de ir el Cachumbo á Lima en los términos que usted me dice, es muy bueno, pero temo que Bowles se niegue á llevarlo, especialmente si conoce el disfraz del ingeniero por su criado. Estoy enterado de todo lo demás. Lo que yo quiero sobre todo, es que usted se ponga bueno, porque esto importa la libertad del país; y á la confianza y fino afecto de su invariable amigo. Juan Martín. Diga usted al Cachumbo que no tengo lugar para escribirle Y que lo haré el correo que viene.

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