La expedición libertadora

321 Buenos Aires, 18 de mayo de 1819. Señor don José de San Martm. Mi amado amigo: Aunque el ensayo de Cochrane no ha sido ventajoso, me ha sacado del grave cuidado en que me tenía la incertidumbre de su suerte. Como el gobierno de Chile ha sido tan vario en sus deliberacio– nes sobre la expedición de Lima, me ha puesto también á mí en la necesidad de variar mis órdenes alternativamente para los movi– mientos del ejército. Me dijo usted que convenía que lo hiciese ve– nir: así lo mandé. Se me representó el peligro de Chile, si quedaba abandonado á sus solas fuerzas; y dispuse que de las nuestras queda– sen dos mil hombres para su guarnición y seguridad. Con pocos días de intermisión se me repitió con interés, que Chile se había decidido a realizar la empresa de Intermedios, franqueando el sub– sidio de dinero necesario: en diligencia y por duplicado fué la orden para que suspendiesen las tropas su regreso. En este estado recibí ayer la comunicación oficial de usted en que me dice que habían empezado ya á pasar las tropas á esta parte de los Andes, ¿qué puedo yo determinar con acierto? Si la expedición se ha de realizar y la cordillera lo permite, quisiera que volviesen a Chile, los que estén ya de esta parte. No hay más remedio que ó hacer la expedi– ción por el Pacífico á Intermedios ó reunir nuestras fuerzas para entrar de un modo irresistible por el Perú. Las provincias en nuestra posesión son las más pobres y no bastan á cubrir las erogaciones necesarias. Nos vamos apresuradamente consumiendo, y es de toda necesidad aumentar nuestros recursos con la restauración de las pro– vincias interiores. En circunstancias tan afligentes recibo la nota de usted en que pide su retiro con instancia ¿qué quiere usted que yo haga, amigo mío? Balcarce también pide su separación de ese ejército. Don Mar– cos, á quien usted indica como aparente, acaba de sufrir una fuer– te enfermedad al pulmón; sigue con poca salud, y también acaba de pedir su retiro: yo estoy en los momentos de dejar este puesto, porque la ley así lo ha dispuesto en el reglamento que nos ha regido. En tales conflictos yo no actúo con lo mejor: he consultado los ami– gos y escuchando sus consejos tenga usted, por Dios, paciencia en– tretanto, y disponga del afecto invariable de su constante amigo. Juan Martín de Pueyrredón.

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