La expedición libertadora

360 igualar con el número 1a superioridad de los grados en cuya virtud caminaron en una embarcación proporcionada, que he mandado fletar, todos los prisioneros sin excepción, y además los confinados de ese reino, al cargo del capitán graduado de teniente coronel don Pedro Noriega, que ha recibido ya la or– den correspondiente y deberá encargarse también de retomar en el mismo buque los que deban venir en cambio del ejército del rey si es que usted no se explaya a mandarlos a todos. Entre los canjeados deben estar comprendidos, desde luego, el referido Noriega, que me entregó la carta última de usted por el de igual clase don Juan José Valderrama, uno de los cuatro que le des– paché en el Ontario y en este concepto debe quedar aquel en liber– tad y aptitud de continuar sus servicios. Mucho he celebrado la prudente previsión que ha tenido usted de haberse valido de Noriega para su comunicación última, con pre– ferencia a todo oficial de su ejército, pues así se evita la repetición de la falsedad e ingratitud de Torres, que sobre las quejas más injustas del trato que recibió, ha abusado de mi urbanidad obse– quiosa y de la franqueza que le permití, para adquirir y trasladar a usted el pormenor más prolijo de mis aprestos militares, formar un plan de desembarco en el puerto de Huarmey con señales de in– teligencia para verificarlo, y otras maquinaciones que al mismo tiempo comprueban el desahogo que gozó aquí, y su disposición diametralmente opuesta al objeto de su misión en todo sentido; lo cual unido al empeño del comodoro Bowles para volverse a Val– paraíso a los cinco días de su llegada al Callao y de que Torres tra– tase desde a bordo, deja poca duda de la verdadera idea del viaje de la Amphion en las circunstancias en que le hizo. Con este motivo tengo el de ofrecerle cuantas consideracio– nes particulares estén al alcance de éste su seguro servidor que sus manos besa, Joaquín de la Pezuela -0-

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