La expedición libertadora

362 enhorabuena le marcha peligrosa de sus avanzados proyectos, que más adelante podrá decir si al virrey del Perú no le quedan arbi· trios para contrarrestar la alevosa perfidia y los medios con que usted lo amenaza, condenados por la razón y desconocidos por el derecho de gentes, si la población ilustre de esta capital arna o no a su soberano y si las armas de este rey son o no impotentes, corno usted afirma. Aprovecho, sin embargo, esta ocasión de ofrecer a usted las particuiares consideraciones con que le distingue su atento y seguro servidor q. b. s. m. Joaquín de la Pezuela -0- Lima, 20 de Julio de 1818. (199) Señor General don José de San Martín. Muy señor mío y de mi particular atención: Cuando la fragata Miantinomo estaba pronta para salir a la mar y conducir a su bordo todos los prisioneros militares de la clase de oficiales y tropa, así como a los vecinos confinados de ese reino, y avisados unos y otros para embarcarse como dije a us– ted, en 11 de junio próximo pasado, llegó de regreso de Valparaíso la corbeta anglo-americana de guerra Ontario con el comisionado que envié a ella, don Félix Olhaberriague y Blanco, sin ninguna contestación del jefe que dejó usted mandando en Chile, porque dice éste que yo escribía particularmente y no de oficio, y que en tal caso, ni consideraba a aquel bastante autorizado para la expe– dición del encargo ni él, sin otros antecedentes, se juzgaba en ap· titud de abrir comunicaciones sobre canje. Es bastante percepti· ble, y yo le indiqué claramente en aquella mi correspondencia la causa por qué fue girada del modo que ha servido de pretexto pa– ra inutilizar su objeto; y nunca estos puros accidentes debieron pesar más en un corazón bien complexionado, que el espíritu de

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