La expedición libertadora

365 Si hubiera de contestar en detal los puntos comprendidos en las dos cartas de usted de 11 de junio y en la de 20 de julio úl– timo, sería necesario remontarnos al origen de las pretensiones de la América, recopilar la historia de la conducta del gobierno español desde la conquista y analizar las desmejoraciones de ese benigno padre cuyos decretos hacen estremecer la humanidad. Este recuerdo realizará el contraste de la política de la corte de Madrid con el candoroso manejo de la América, presentará final– mente por parte de aquella la legitimidad de un monarca sin otro derecho que la fuerza y por parte de ésta la justicia, la razón y la naturaleza. Corra usted el velo a la preocupación y su sentimiento ínti– mo reconocerá en la serie de los sucesos del Nuevo Mundo los verdaderos agentes de las desgracias que los afligen, verá usted entonces que la América ha tomado las armas para defenderse después que sus sacrificios recibieron por premio la ingratitud de los gobiernos insurgentes que rigieron la Península desde 1808 después que cada uno de éstos disputó y sancionó el derecho de dominarla y después que sus reclamos justificados por la opinión de las naciones cultas fueron rechazados como un crimen. Desgraciadamente para la humanidad tampoco el nuevo pa– dre al ocupar el trono de España en el año de 1814 encontró un medio de salvar la dignidad del cetro sin el exterminio de los ame– ricanos que llamó rebeldes. Recorra usted sus reales órdenes. compárense el número de víctimas sacrificadas por los descrédi– tos de Fernando con la moderación de los gobiernos de América y el diferente carácter que por ambas partes se ha dado a la guerra, y decida ia razón imparcial si la América debe dejar las armas de la mano hasta conseguir su independencia. Por lo que toca a los gobiernos de las Provincias Unidas Y~ Chile cuyos ejércitos tengo el honor de mandar, estoy seguro no pararán su marcha hasta lle– gar a este glorioso término. No es el engreimiento de la victoria como usted supone que ha formado y forma este lenguaje sino el convencimiento de que la razón y Ja fuerza no deben humillarse a títulos imaginarios. No puede usted haber olvidado que los contrastes de una batalla han sido siempre entre nosotros el germen de acciones heroicas. Reduciéndome al contesto de la carta de 11 de julio quedo agradecido a la disposición favorable de usted por el alivio de los desgraciados prisioneros, y si me hace justicia debe creerme que nada mortifica tanto a mi corazón que la suerte de estos infelices.

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