La expedición libertadora

417 recuerde que más de dos tercios de nuestro ejército se compone de hijos de Chile, ¿en dónde estaciona usted estos cinco mil hombres? Parece que en la provincia de Cuyo o en Ja de Buenos Aires. Es demostrable que en el momento de saber Pezuela la reti– rada de nuestro ejército y el motivo por qué la verifica, libre ya· de temores reforzará al ejército de La Serna que asciende a 7000 hombres, elevándolo al número de 10.000, para que dejando guar– necidos los pueblos baje a Tucumán con una masa de 6500 a 7000 hombres y de allí a Córdoba sin oposición; entonces si los cinco mil hombres existen en Mendoza, son cortados y perecen por consun– ción, y si en Buenos Aires, perdemos también la provincia de Cuyo. Buenos Aires queda aislado a su propio territorio, sin que pueda rechazar la fuerza que acomete por el corazón de los pueblos, por no distraer su atención de sus costas, ni puede evitar la comunica– ción de La Serna con los españoles por Santa Fe, apenas entre al Río de la Plata. De manera que aun cuando Buenos Aires aumente cinco mil guerreros para defenderse, franquea por esta medida el paso a siete u ocho mil enemigos más con quien combatir. No es este un cálculo imaginario por comparación entre las posiciones que ambos beligerantes van a tomar. Este plan fué de Abascal en el año 814 cuando los españoles conservaban la plaza de Montevideo y es casi evidente que lo practicará Pezuela como er único movimiento militar que está indicado si no quiere atacar a este reino. Dejemos a un lado pensamientos consolatorios de que La Serna no tomará la ofensiva por falta de víveres, cabalgaduras y otras adyacencias de un ejército. Todo esto nada vale contra la experiencia y hemos de convenir en que puede hacerlo. Dígame usted ahora si son comparables las ventajas de au– mentar el e.iército por Ja medid~ propuesta con los males que cae· rían sobre Buenos Aires con Ja pérdida de nuestras provincias, y si aun cuando lográsemos derrotar a Jos españoles en las playas dei Río de Ja Plata, quedaríamos en Ja aptitud de arrojar a La Serna de nuestras provincias después de los desastres consiguientes a una invasión tan formidable, y sino vamos a hacer interminable la gue– rra que nos consume y que al cabo causaría nuestra disolución por la miseria. Por el contrario: si el ejército de los Andes existe en Chile, amenazando como está las costas del Perú, llamará la atención de Pezuela y La Serna; y ni uno ni otro abandonarán las posiciones que actualmente ocupan, porque ni Pezuela debilitará sus tropas con riesgo inminente de ser atacado, ni La Serna dilatará su línea de-

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