La expedición libertadora

418 jándose flanquear por nuestro ejército. Actualmente sabemos que Pezuela ha ordenado a La Serna para que se repliegue, previniendo sin duda el riesgo de que sea cortado si desembarcásemos por Arica. Vea usted, pues, a Buenos Aires con esta sóla medida con seis o sie– te mil enemigos menos, con los recursos en las cuatro provincias interiores del bajo Perú, con sus auxilios de Chile, con su opinión sostenida y con la retirada cubierta para cualquier contraste. Aun puede ser más extenso y benéfico nuestro plan. Puede muy bien pasar a Mendoza el regimiento de Granaderos a caballo, un batallón de infantería de los Andes, dos compañías de artillería, con los repuestos de esta arma y mil quinientos reclutas de este país; y con los cuadros sobrantes de oficiales sueltos de Buenos Aires, or– ganizarse en Mendoza una división de tres mil hombres que sirva en apoyo a las milicias de la provincia que deben bajar a la carr.– paña de Buenos Aires en caso de ser atacada, quedando, como que– da en Chile, una fuerza expedita de tres mil hombres del mismo ejército, o para realizar el proyecto de usted sobre las costas del Perú o para el meditado sobre Guayaquil a buscar numerario, a más de otras atenciones que los ocupa en Chile y de que hablaré después. He demostrado a mi vez que tan lejos de ser el anuncio de la expe– dición española un motivo para que pase el ejército de los Andes, lo es al contrario; y que un movimiento de él al otro lado de la cor– dillera, aumentaría los conflictos del mismo país que quiere defen– derse. Se habla de la imposibilidad de practicar la expedición a Lima, pero usted no ignora que cuando se ha tratado este punto con el gobierno de Chile, se ha calculado sobre la suma de 6100 hombres para dar un golpe decisivo sobre la capital del Perú. En efecto, tal vez no hubiera recursos para realizarla tan pronto como se necesi– ta, pero no es lo mismo, como usted sabe mejor que yo, la habi1i– tación de un ejército dispuesto a batir la masa de fuerza que opon– ga Pezuela, que preparar tres mil hombres para atacar puntos inde– fensos e introducir la revolución en todo el Perú y mucho menos para expedición de 1500 a sorprender a Guayaquil. Está ya formada la distribución por los comisionados del Se– nado por la suma de 300.000 pesos y se ha practicado con tanta es– crupulosidad, que la de 1500 pesos es la mayor que toca en el ra– teo de los primeros caudales del país y unidos a los 100.000 pesos que creo disponibles en el ejército de los Andes, forman una can– tidad suficiente para realizar un golpe sobre las costas del Perú. La expedición española nos da, según las noticias, más de siete me– ses de tiempo; y un poco de energía basta para vencer las dificul-

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