La expedición libertadora

420 bre la frontera fuese batida, ¿con qué se reemplaza luego que el ejército de los Andes pase la Cordillera? Y existiendo aquí el todo o una parte de él, no podría desembarcar una división por el Arau– co, tomar de revés a Sánchez y concluirlo antes que fuese destruí– da nuestra línea sobre la margen derecha del Bío-Bío? ... Usted sabe que sólo existen en la provincia de Santiago: el batallón de infantería número 4, sin oficiales y todo de reclutas, el batallón nú– mero 2, en el nombre, por su debilidad y sin jefes, y el regimiento de caballería de la escolta. El primer cuerpo, no puede marchar por su falta de disciplina, el segundo por la de soldados y quien lo mande, y el tercero porque desmenbrado ya de la fuerza que llevó el coronel Freire y diseminado en varias partidas en persecución de pequeñas montoneras, apenas alcanza para llenar estas comi– siones y mantener la tranquilidad en la capital con 200 granaderos. En esta nulidad militar ¿quién recupera la provincia de Con· cepción? ¿quién defiende la de Santiago? ¿quién contiene la de Coquimbo? ¿quién enfrena a los díscolos apoyados en los grupos de desertores de ambos ejércitos? ¿quién impone respeto a Lima para que deje de enviar 2000 homhres aunque sea de ciento en cien– to? ¿quién organizará fuerzas para repelerlos? ¿qué jefes las man– dan? ¿qué oficiales se colocan en ellas? ... ¡Ay, amigo mío! Eche una ojeada sobre este desgraciado país y considérelo perdido sin remedio. Pese usted las desgracias que caerán sobre él y las execra– ciones que mereceremos por no haberlas prevenido en tiempo. En– tonces no podremos responder ante el tribunal del género humano, que los celos de los hijos de Chile nos han estrechado a abandonar– los, porqué éstos ni en realidad existen entre los hombres pensado– res, ni entre los americanos inocentes que lo habitan y en amlias cla– ses merecen bien no los abandonemos en las garras de los españoles Cuando se ha traslucido la marcha del ejército, es que juzgamos con propiedad en quienes existen esos indignos celos. Jamás ha detenido tampoco el vuelo de las almas grandes las imprecaciones de un malvado ni los errores de un ignorante. Este sólo puede murmurar de nuestra conducta; para éstos la libertad es la hidra de la fábula cuyas cabezas quisieron componer. No es para éstos para quienes trabajamos, sino para nuestra patria, para nuestros amigos y para nuestros hijos. El fruto de los héroes desde la creación del tiempo, la gratitud de los descendientes de aquellos que los sacrificaron. No por esto se leen sus nombre~ con menos respeto y admiración, ni sus obras por el bien de los hombres dejan de imprimir un agradecimiento profundo en las al· mas virtuosas.

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