La expedición libertadora

51 Otra reflexión se me ocurre, á saber, la de que los enemigos pueden transportarse por mar desde Valparaiso á Coquimbo en dos días, y que para verificarlo tienen abundantes transportes: de consiguiente, la permanencia de nuestras tropas sería de muy po– cos días. Coquimbo, se dice, es el centro del patriotismo: yo no lo du– do; pero para que V. E. se forme una idea, basta decir que Elo– rrega tomó posesión de ella con 120 hombres, y que un capitán lo hizo en el Guaseo con quince soldados. Nuestra situación actual parece apartar los temores de tener algun contraste en el Perú y con mucho más fundamento en esa capital, sin embargo de la ex– pedición peninsular. No obstante, la suerte de las armas es varia– ble, y no acertado el deshacernos de fuerzas que echaríamos de menos en caso de revés. Repito con esto, que 1,500 fusiles pue– den pesar mucho en la balanza de nuestra futura felicidad. Tenga V. E. presente, que del crecido armamento que salió de Chile para esta provincia, con mejor oportunidad de conser– varlo, y con doble motivo de esperar en nuestro auxilio, escasa– mente llegaron á esta el número que demuestra el oficio original que incluyo á V. E., y los más descompuestos. Y con tal conducta podremos entregar un armamento, que sin duda alguna debe ser perdido y destrozado? Esta provincia, es cierto, está expuesta á sufrir una invasión, pero como el enemigo para atacarla no puede hacerlo con todas ~us fuerzas, pues mucha parte de ella debe dejar para la conserva– ción de aquel territorio, sus esfuerzos no pueden ser de mayor consecuencia, y máxime teniendo que renunciar a la artillería y caballeria que nosotros podemos oponerle con ventaja. El Sr. Ca– rrera, dice, que aquel Estado tiene 30.000 milicianos de caballe– ría, los que podían desmontarse come lo demuestra en su proyec– to; á la verdad que es mas fácil formar un cálculo que realizarlo; y es bien de admirar, que con esta fuerza disponible haya sido con– quistado Chile por 2,500 hombres de malas tropas. Es un delirio persuadirse que se unirían los patriotas y soldados en bastante nú– mero para acabar con el enemigo. El hombre por un instinto me– dita antes de exponerse, y por consiguiente calcularía era muy débil la fuerza destinada á sostenerlo. En oficio de 28 de octubre me pidió don José Miguel Carrera pasaporte para dirigirse á Coquimbo con los oficiales y soldados emigrados, en auxilio de aquella provincia; se le franqueó en el momento, pero dudo cual seria primero, si el permiso ó el arre– pentimiento. Posteriormente solicitaron la misma licencia varios

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx