La expedición libertadora

68 comparar entre los recursos de un país pobre, ignorante y corrom– pido, los arbitrios de un imperio ilustrado, en el cenit de su opulencia. Mas la última coalición del continente europeo en el año 1814, la relegación de Bonaparte, la restitución de los Borbones del trono de la Francia, la libertad de la España y el regreso del rey Fernando, cambiaron el semblante del universo, alteraron los intereses de todas las potencias é hicieron perder el equilibrio del poder entre las colonias y su metrópoli. Desde entonces se vieron nacer nuevos peligros contra la in· munidad del nuevo mundo, y las victorias, las fuerzas reunidas, Ja opinión, el orgullo y el espíritu de venganza de Ja corte en Espa– ña gravitaron enormemente contra los intereses de América. En efecto, la expedición de diez mil hombres remitida por Femando VII á la costa firme; la de 2500 al estrecho de Panamá, los repuestos de armas y municiones al virrey Abascal fueron los primeros ensayos del gobierno español en el año pasado de 1815. Desde entonces urgió atender con seriedad, nuestros asuntos, cal– cular los recursos, ganar tiempo, y tomar una actitud imponen– te contra los embates de nuestros enemigos. Desde entonces se hizo más necesario reunir un congreso, dar forma á un gobierno, aumentar el ejército, acopiar armamentos, fijar un sistema de rentas, declarar nuestra independencia y acabar con los enemigos, que ocupaban importantes provincias de nuestro territorio. Desgraciadamente las oscilaciones domésticas, la guerra civil, los tumultos militares, y la dislocación de las provincias han ocu– pado la espectación de todos los pueblos, han detenido en su ca– rrera la causa nacional y han estancado los grandes recursos con que nos brinda nuestra localidad; hemos perdido al cabo veinti– trés meses sin adelantar un palmo de terreno, mientras los realis– tas se han hinchado con nuestros despojos. Aquietadas nuestras diferencias á mediados del año anterior, la esperanza pública estaba pendiente de Ja campaña del ejército auxiliar del Perú con que el resultado ventajoso de sus armas so– bre las de Lima prepara el destino de las Provincias Unidas. Un fatal desengaño trastornó los mejores deseos, y la derrota del ejército en Sipe-Sipe, reduciendo al Estado á la crisis más peligro– sa dejó vacilante la libertad del país. Yo invoco en este momento la atención del gobierno para que se sirva traer á su consideración tres puntos graves é indispensa– bles para la solidez de las combinaciones militares. La fuerza re– glada con que se cuenta para seguir la guerra. La de los enemigos que se hallan en campaña y los medios más eficaces para destruir-

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