La expedición libertadora

69 los. Su explanación aunque breve y tal cual fuese la idea que he meditado facilitará á V. E. el conocer con exactitud y deliberar sin tropiezo. Después uC haber quedado en poder del enemigo las cuatro provincias del Alto Perú, la mayor parte del armamento de cua– tro mil hombres, artillería y parque respectivo, se salvaron en la última derrota varios piquetes al mando del general don José Ron– áeau que suman 1500 hombres en las tres armas, á los que unidas las divisiones del coronel mayor don Domingo Freneh y la de los regimientos de dragones y número 10 pueden subir al número de 2500. En la capital existen de guarnición los regimientos de arti– liería número 8 y granaderos de infantería con la fuerza de 2200 hombres en su totalidad incluso los piquetes que se hallan en cam– paña en el territorio de la provincia y 1773 en las fronteras de Mendoza, ascendiendo el ejército de línea de las Provincias Unidas á 6473 hombres, detallados bajo la siguiente distribución: 1200 artilleros, 1000 de caballería, 4273 de infantería, situados en cua– tro puntos sobre una línea de más de quinientas leguas. Las milicias de caballería del Bajo Perú incluso las de Buenos Aires apenas componen el número de 29.000 hombres inamovibles por su desorganización. Entre éstas van enumeradas las de Cór– dova, Salta y la Rioja con las que difícilmente puede contarse por la emancipación de aquellos pueblos. En verdad que reunidas las provincias del Paraguay, Corrien– tes, Entre Ríos y Banda Oriental del Uruguay la masa general del ejército engrosaría con cerca de 4000 hombres de linea y más de 10.000 de milicias disciplinadas; pero la división política que pre– valece en el territorio occidental y aquellos pueblos, dan lugar á mirarlos como estados independientes á quienes las pasiones mal dirigidas han extraviado á un término c:;.ue antes son un objeto de temor que de confianza. Por manera que pueden excluirse del cálculo del poder existente para vencer á los enemigos interiores, reduciéndose la fuerza disponible á la que sólo va detallada en los párrafos anteriores. En medio de esta nulidad militar, el ejército de Lima al man– do del general Pezuela ocupa con 6000 hombres aguerridos las cua– tro provincias más ricas y pobladas de nuestro Estado. Sus tro– pas victoriosas amenazan por el oeste nuestro territorio. Ellas están sostenidas por un gobierno constituído, tranquilo y con los inmensos recursos de noventa y seis provincias del virreinato de Lima. En varios puntos de su línea de comunicación de aquella ca– pital subsisten establecidos depósitos de tropa en instrucción y

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