La expedición libertadora

70 almacenes de parque. De las provincias de Chuquisaca, Potosí, Cochabamba y La Paz se extraen los auxilios que en un país con– quistado. Puno, Arequipa y toda la costa occidental suministran vlveres y dinero; las milicias regladas bajo el sistema antiguo en las provincias de dicho virreinato reemplazan los regimientos de campaña; su armamento, municiones y artillería superabundante; y al cabo las violencias de los enemigos ... en su abono, lo que no consigue la moderación de nuestros gobiernos, ni suple nunca el amor á la libertad. Este es, á mi entender, el bosquejo exacto de Ja situación de Pezuela en el interior, cuyo ascendiente es preciso contener en riempo bajo un orden diverso que hasta aquí antes que esa hidra tr)me cuerpo, antes que aniquile nuestra debilidad y antes que tras– pase los limites á que desde ahora debe sujetársele. Por otra parte, en Chile la fuerza enemiga de 3500 hombres, flanquea por el sur nuestras provincias con las ventajas de esta– blecer comunicaciones directas por mar y tierra con el virrey de Lima, y con las tropas del general Pezuela; de que se deduce que montando las dos divisiones del ejército enemigo al número de 9500 hombres de línea, excede en la totalidad al de estas provin– cias en 3027, pero considerando la fuerza que cad:i cual tiene á su frente resulta que constando el auxiliar del Perú de 2500 y el del enemigo de 6000 la diferencia es de 3500 en aquel ángulo, y comparada respectivamente la de los ejércitos de Mendoza y Chile el excedente de los enemigos es de 1727 hombres. De modo que apa– rece somos acometidos por los dos flancos principales con duplo número de tropas que las que pueden resistirlas sin entrar en el cálculo las milicias de caballería de que debe valerse el general Marcó en el reino de Chile donde en el año 1810 llegaban á 30.000, donde el valor, robustez y agilidad de los naturales los hacen úti· les para diferentes objetos de campaña. Por consiguiente, queda demostrado que el ejército que debe rechazar las Provincias Unidas es muy superior en número, opinión y recursos al que existe actualmente en el Estado que por un tér– mino de comparación el país se ve ya reducido á una defensiva peligrosa y que las fuerzas irán en diminución si no se varía pron– to el sistema de la guerra. Cuál sería el más acequible, útil y ne· cesario en el tercer objeto de esta nota y á mi juicio debe ser el primero de los del gobierno. Es indudable que todo ejército después de una derrota pierde absolutamente su fuerza moral; el soldado por mucho tiempo conserva en su memoria el espectáculo horrible de la batalla. La muerte o la prisión de sus camaradas, las persecuciones que

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