La expedición libertadora

72 Para elevar la fuerza á este número y formar soldados se re– quieren cuando menos diez y ocho meses sobre las fechas de los últimos estados con cuantiosos auxilios de dinero, armamentos. municiones, caballerías, monturas, forrajes, vestuarios, hospitales y otros mil considerables útiles de campaña. La suma importan· te durante aquel término en la manutención de las tropas, trans– portes, enganchamientos, reclutas, etc., no puede bajar de un mi– llón de pesos. No me detendré en manifestar á V. E. Ja imposibilidad de ad– quirir y disponer para aquel sólo objeto de igual cantidad bajo el sistema actual de administración; tampoco de las trabas que ofre– t:en para el progreso del ejército las rivalidades apenas sofocadas de Salta, pero baste recordar á V. E. que las repetidas exacciones, la irregularidad de los impuestos y la estagnación del fisco han obstruído todos los canales de la riqueza pública, y sólo dejan franco el que sirve para disminuir las fortunas y agotar los principales. En el período de diez y ocho meses que presupongo necesarios para la reorganización del ejército auxiliar del Perú, el enemigo sobre el pie de fuerza que sostiene en las provincias a ltas puede elevarlas al menos al número de 8000 hombres, si no se le llama Ja atención á otros puntos debe ser reforzado con parte de los 2500 con que el 2 de noviembre zarpó de Cádiz el virrey Venegas y que á la fecha existirán en Lima y puede ser auxiliado con algunas de las tropas expedicionarias del general Murillo, navegando están al Panamá y bajando á Lima por la costa de Guayaquil. Esta em· presa es tanto más temible cuanto ha entrado ya en el cálculo del gabinete español y se cree practicable por la conquista de Cartagena. Entonces el ejército del alto Perú presentaría una masa de ciiez y ocho mil hombres suficiente á arrollar la fuerza de su fren– te. Los habitantes de aquellos pueblos agobiados por la calamidad y sin esperanzas en quebrantar las cadenas, abrazarán la ley del conquistador, formarán una causa con él y se derramarán como un torrente sobre las provincias de Salta, Tucumán y Córdoba. Una ojeada pasajera así al sistema con que los españoles han sujetado á Caracas, Quito v últimamente á Cartagena descubrirá la eviden– te demostración del cálculo. Podría suceder que en igual término noticiosa la España de las divisiones internas que nos devoran, de la rivalidad de Artigas contra la capital 6 por combinación con Ja corte del Brasil, se desprendiese cuatro mil hombres destinados á ocupar un punto de la banda oriental desde el cual llamé a Buenos Aires incesantemen-

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx