La Marina, 1780-1822

304 CAP. DE NAVIO JULIO J. ELIAS cometer el acto mas memorable de piratería que puede encontrar– se en la historia. Aún no hacía un mes que deseando S .E. fomentar la casa de moneda de la capital, había mandado formar un fondo para rescatar las pastas, y mediante el crédito del gobierno habían entrado en ella ingentes cantidades de particulares para sellarse. Estos caudales y otros se hallaban en depósito en la expresada casa. Los pequeños fondos que se hallaban en la intendencia dP.I ejército y otros particulares, dispuso S .E. que se trasladasen a Ancón y se embarcasen en alguno de los trasportes (pues no había en aquel punto ningún buque de guerra) para precaver que caye– sen en poder del enemigo, si por un incidente desgraciado nos era funesto el éxito de la acción que se aguardaba. Este fué el mo– mento que eligió Lord Cochrane para ejecutar esa hazaña qu¡¡ hará para siempre su nombre abor recible, y pasando del Caflao a Ancón. extrajo por fuerza, a pesar de las protestas del señor Intendente de ejército, y de los comisionados de la casa de mone– da, todo cuanto dinero había en los transportes, sin exceptuar el de particulares. Luego que llegó a noticia del Excmo. Sr. Protector un hecho tan escandaloso, comisionó a su primer ayudante dEI campo, el Coronel don Tomás Guido, para que se recibiese del dinero que por oficio de 15 de setiembre que él conducía, le man· daba entregar, haciéndole responsable de su conducta al Gobierno de Chile y del Perú en caso de no obedecer aquella orden. Esta no tuvo efecto; y con fecha 20 del mismo mes dice Lord Cochrane a S.E. que "todo lo había hecho para evitar mayores males, dejando que los marineros se hiciesen justicia a si propios con tomar el dinero del Gobierno, y se convirtiesen luego en verdaderos piratas, y sólo por consultar los intereses de Chile y del Perú". No bien hubo dado este ejemplo tan fatal de insubordinación, cuando parece que comenzó a sentir los malos efectos, que necesariamente eran de esperar; pues en otro oficio también de 20 de setiembre informa al señor Ministro de Marina de que "no había podido con– tener las tripulaciones aún con haber llevado el dinero a bordo que estaban en estado de motín, y pide se remedie el mal", es decir, que ya no podía dirigir la tempestad que él mismo había levantado. Sin embargo, parece increible que los marineros hayan sido la causa de los excesos cometidos por Lord Cochrane en se– tiembre último, cuando vemos que muchos de ellos pertenecientes a distintos buques y con especialidad a la O'Higgins, luego que re· gresaron de Ancón al Callao abandonaban sus buques sin haber sido pagados, y venían a ofrecer sus servicios al Gobierno del Peru, del cual los suponía quejosos Lord Cochrane.

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