Fénix 48, 161-178

166 F énix . R evista de la B iblioteca N acional del P erú , N.48, 2020 Pensemos en la primera tendencia, la del movimiento de negación permanente: ese movimiento digno del trabajo de Sísifo 1 es el que culmina en la palabra. ¿De dónde surgen las palabras? ¿Tienen un alma? El canto Tupa Tunandé de la cultura guaraní recogido por Egon Shaden pronuncia: Habiéndose erguido De sabiduría contenida en su propia divinidad, Y en virtud de la sabiduría creadora, Parió la esencia de la palabra-alma Que iba a expresarse: el humano… Creó nuestro Padre el fundamento del linaje-lenguaje humano E hizo que se pronunciase como parte de su propia divinidad… (Subirats, 2012, p. 409). Hay una palabra fundadora 2 . Una palabra que al momento de escribirse deja de ser nada y se convierte en algo, pero que aun así continúa llevando en su esencia esa fugacidad y ambigüedad inicial. «Lo que está escrito es el movimiento perfecto por el cual lo que dentro no era nada vino para la realidad monumental del afuera como algo necesariamente verdadero» (Blanchot, 2007, p. 292). Desde el silencio y aceptando su muerte surge el lenguaje invocado por las palabras. Este lenguaje está hecho a base de inquietud y también de contradicciones. La posición que él ocupa es poco estable y poco sólida. Blanchot nos invita a hacer un esfuerzo para escuchar una palabra: «en ella la nada lucha y trabaja, sin descanso cava, buscando una salida, tornando nulo lo que la aprisiona, como una inquietud infinita, una vigilancia sin forma y sin nombre» (2007, p. 315). El lenguaje, esperando en esa nada y en ese vacío, sabe que para hacerse efectivo necesita ver la luz del día, espera por existir. La luz de las palabras se extiende hasta quienes las miran. Hay textos o, parti- cularmente, fragmentos de textos, que funcionan como otros tantos insights , para tomar ese término de los psicoanalistas, como otros tantos haces de luz sobre una parte del sí mismo en sombras hasta ese momento. «El texto viene a iluminar algo que el lector llevaba en él, de manera silenciosa» (Petit, 2001, p. 48). La frase del escritor existe y, si existe realmente a punto de hacer de quien escribe un escritor, 1 Según la mitología griega, Sísifo, rey de Éfira, por haber desobedecido varias veces a los dioses y ya en el Inframundo, es sometido a un castigo eterno: empujar una piedra enorme cuesta arriba en una ladera empinada y cuando esta estuviera a punto de llegar a la cima, la piedra habría de rodar hacia abajo, haciendo que Sísifo tenga que reiniciar el mismo trabajo una y otra vez por la eternidad. 2 La palabra poética representa de forma más precisa este papel fundacional de la palabra. Dice Octavio Paz sobre la palabra poética: «a palavra poética é uma mediação entre o sagrado e os homens, portanto é o verdadeiro fundamento da comunidade. Poesia é história, linguagem é sociedade, a poesia como ponto de interseção entre o poder divino e a liberdade humana, o poeta como guardião da palavra que nos preserva do caos original» (1984, p. 61). Un espacio para los lectores

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